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Meade en Chile.

INJUSTOS CON LAS ENERGÍAS FÓSILES

Cuando alguien habla de "energías sucias" todos entendemos que se está hablando de los combustibles fósiles: como carbón, gas natural y de los derivados del petróleo, como parafina, gasolina, diesel y otros. Ecologistas, ambientalistas y políticos, las consideran nefastos resabios de una época oscura que hay que superar. Están cargadas de malas vibras, aunque la época de los derrames de petróleo y del hollín del carbón parecen haber quedado atrás, su mala prensa las condena. Aunque los que tanto las critican las utilicen varias veces al día, para poner en marcha sus vehículos, cocinar, ducharse o calefaccionarse, y lo seguirán haciendo por muchos años más.

Aunque constituya una verdadera herejía, vale la pena preguntarse si verdaderamente estas formas de energía son tan sucias, tan nefastas y, especialmente, si merecen ser tratadas con tanto desprecio.

Hasta el advenimiento de la Revolución Industrial, en la mitad del Siglo XVIII, la humanidad vivió en una pobreza que apenas podríamos imaginar. Salvo una pequeña casta de aristócratas, sacerdotes y comerciantes, la inmensa mayoría de la población del mundo vivía expuesta a las hambrunas, al clima, al frío, la guerra, la servidumbre, la esclavitud y las pestes. La invención de las máquinas a vapor y de combustión interna, alimentadas por carbón, gasolina o diesel, soltó las amarras del progreso y la inventiva de la humanidad, permitiéndole mejorar sus niveles de vida a un nivel que nadie en la actualidad hubiese soñado hace tan sólo 300 años.

Desde un Producto Interno Bruto Per Capita de alrededor de 400 dólares en promedio o menos durante casi toda su historia, la humanidad, luego de domesticar la energía de los combustibles fósiles, ha logrado alcanzar un nivel de vida mejor que muchos reyes del siglo XVI. Es que en el carbón, petróleo y gas natural se guarda concentrada la energía solar que calentó la Tierra hace decenas de millones de años y que la tecnología ha aprendido a aprovechar.


Imagen arriba: Aumento del Producto Interno Bruto Per Capita global, las expectativas de vida, las emisiones de CO2 y la población del planeta, desde el siglo I hasta hoy. Fuente: Indur Goklany.

Al ofrecer una forma de obtener energía a menor costo y con una mayor eficiencia, su aprovechamiento en gran escala a partir del siglo XIX permitió la salvación de los bosques remanentes de Europa, América y Asia, así como de las ballenas, que eran cazadas para obtener combustible para iluminar las calles de las ciudades.

Miles de millones de dólares se han invertido en pozos, buques tanques, refinerías y oleoductos para llevar esta poderosa fuente de energía hasta el más humilde poblado, y así aprovechar su fabulosa potencia energética, para cocinar, transportarse, calentarse, refrigerar los alimentos, etcétera.

Esta fuente de energía barata ha significado un impresionante beneficio para la humanidad, que ha prosperado a su amparo aumentando desde los mil millones de habitantes a comienzos del siglo XIX a los más de 8 mil millones actuales. Gracias a estos combustibles las actuales generaciones vivimos más del doble que nuestros antepasados de hace 200 años.

La combustión de los combustibles fósiles emite una pequeña cantidad de CO2, un gas incoloro e inodoro que es el alimento de las plantas. Se devuelve así a la atmósfera el carbono que la planta original captó hace millones de años del CO2 arcaico, y que luego de combinarla con el oxígeno e hidrógeno del agua por medio de la luz solar, la convirtió en los tejidos de su estructura. Estos, luego de varios procesos geológicos fueron convertidos en carbón mineral, petróleo o gas natural en las entrañas de la Tierra.

Luego que se concluyera que el CO2 presente en la atmósfera (un 0,046% del total) participa junto al vapor de agua (un 4% del total en promedio) como un gas de efecto invernadero, manteniendo la temperatura del planeta en un nivel apto para que la vida pueda existir y prosperar. En 1896, el químico sueco Svante Arrhenius propuso que el uso de los combustibles fósiles podría estar incrementando artificialmente el nivel del CO2 natural aumentando así su efecto invernadero, haciendo que la Tierra fuera cada vez más cálida. Lo que en Suecia se consideró positivo, ya que recién comenzaban a salir de una época particularmente fría como fue la Pequeña Edad del Hielo.

En 1958, otro químico, el estadounidense Charles Keeling, inventó un método para medir la concentración de CO2 en la atmósfera, mediciones que se han continuado hasta hoy día y que revelan un sostenido incremento, siendo así un indicador del aumento del uso de combustibles fósiles por parte de una humanidad que no deja de aumentar en número y en la mejora de su nivel de vida.

Preocupaciones medioambientales han mejorado sustancialmente la explotación, transporte y refinamiento de los combustibles fósiles, haciendo de esta industria un modelo de eficiencia, considerando el inmenso volumen de combustibles altamente inflamables que mueven cada segundo a lo ancho del planeta.

Una irracional campaña por la "descarbonización" llevada a cabo por grupos políticos principalmente de izquierda, y por anarquistas y ecologistas anticapitalistas, en los países democráticos occidentales están poniendo en peligro la gobernabilidad y el progreso de estas naciones.

La narrativa surgida desde un perverso maridaje entre un motivado grupo de políticos, empresarios y científicos oportunistas sostiene que el aparente calentamiento de la atmósfera, de menos de un grado Célcius, observado los últimos cien años en el hemisferio norte sería causado por el CO2 producido por la quema de los combustibles fósiles. Estos grupos proponen reemplazar los combustibles fósiles de alta densidad energética, por energías renovables como la solar y la eólica, que por su baja densidad energética requieren de grandes cantidades de generadores repartidos en enormes extensiones, y que además son de carácter intermitentes, lo que exige mantener generadoras a gas natural funcionando como respaldo.

Ya se dejan sentir los efectos de esta política en Alemania y en el estado de California, con fuertes alzas en los precios de la electricidad, apagones, pérdida de competitividad y carestía en los hogares más pobres.

Vale la pena preguntarse: ¿Será posible que occidente continúe en este rumbo suicida? Porque las potencias de Asia, como India, China y Vietnam no piensan abandonar los ya centenarios combustibles que tanto progreso la han significado a la humanidad y especialmente a las naciones industrializadas.


La Humanidad Sin Ataduras. Como los Combustibles Fósiles Salvaron la Humanidad de la Naturaleza y a la Naturaleza de la Humanidad. Por Indur M. Goklany. (En Inglés).

Más información:

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El editor y responsable de estas páginas
es el escritor científico Jorge Ianiszewski R.

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